Un
desorden alimenticio es una condición en la que el acto de alimentarse se
convierte en una fuente de ansiedad. Este desorden puede manifestarse de tres
formas: la anorexia, la bulimia y el desorden alimenticio no específico que
está ligado a los atracones de comida. Están marcados por comportamiento
extremo frente a la comida y el peso. Inicia de una manera progresiva, lenta e
insidiosa.
Los
desórdenes comienzan como una necesidad por controlar la forma del cuerpo y
están vinculados a profundos malestares psicológicos que por lo general están
relacionados con la autoimagen y la percepción que se tiene de sí mismo.
Generalmente aparecen al inicio de la adolescencia, aunque pueden surgir en
cualquier momento de la vida. Las más propensas a sufrir este tipo de desorden
son las mujeres aunque hoy en día se da constancia de un creciente número de
hombres.
La
anorexia, la bulimia y el desorden alimenticio no especifico, actúan como
válvula de escape frente a un malestar mental relacionado con una profunda
insatisfacción con sigo mismo o con su propia vida, la familia, el entorno
social, la cultura y el medio en que crecemos influyen directamente en estos.
La
presión social, la presión de los medios, los cánones de belleza y la
percepción del cuerpo son algunos gatillos que pueden comenzar a generar
insatisfacción con la propia imagen además de una incongruencia entre como se
ve el sujeto, como debería verse y como quisiera verse: estos factores sumados
con los cambios que sobrevienen durante la adolescencia influyen en la imagen
distorsionada de sí mismo.
A
medida que la enfermedad progresa el cuerpo sufre cambios evidentes, a la vez
el estado anímico se altera y comienzan los problemas sociales debido a cambios
de humor, se siente una incapacidad por cuidar de sí mismo, y se comienza a
entrar en estados de tristeza, ansiedad, miedo, angustia e incluso ideaciones
suicidas. Se pierden la motivación y el deseo de disfrutar y se tienen
rumiaciones sobre la comida y el peso.
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