lunes, 15 de abril de 2013

Este aporte viene de mi gran amiga Maria del Pilar Rodriguez! Una hermosa mujer, curvilinea de esas de verdad! Llena de alegria, carisma y estilo!!!!!!!!!!!!!!!


NO ME IMPORTA CUANTO PESAS, DISFRUTO QUIÉN ERES.

by María Del Pilar Rodríguez (Notes) on Friday, October 21, 2011 at 11:07am
Recuerdo perfectamente la escena, era la entrega de regalos de la boda del hijo de una gran amiga, prometía como una de las bodas más sonadas de la temporada, los más afamados diseñadores habían puesto al servicio del ágape sus mejores hilos, las cámaras sociales estaban listas a obturar, se trataba de la boda de lo que llaman “un gran partido”, un altísimo ejecutivo de orden nacional.

La madre se me acercó y exactamente mientras me recibía el regalo para los novios, con una mirada -que sé afectuosa- me dijo como un secreto lastimero: “Si te hubieras adelgazado tú serías la que te casaras con mi hijo hoy.” En ese entonces me cayó como un balde de agua fría, no tanto porque ella albergara en su corazón ansias de que algo hubiera resultado entre su hijo y yo –eso fue evidente desde que nos presentó-, si no que considerara que mi peso había sido el único obstáculo para que se cristalizara la dichosa historia de amor. ¿Y mis sentimientos? ¿Y si el dichoso hombre simplemente no me gustaba? ¿Y si no me quiero casar? Parecía que eso no importaba, ella consideraba que con unos kilos menos hubiera podido remplazar muy bien a la chica que iba ilusionada de blanco hacia el altar al día siguiente.

Cuando ya no me acordaba del asunto del matrimonio aquel, los mismos valores estéticos asestaran un nuevo golpe y esta vez usando como excusa uno de los seres que todos saben de sobra admiro profundamente: Alejandro Obregón.

Estaba en medio de una de esas francas y bellas charlas con su hija, alrededor de la obra, trayectoria, condecoraciones y amigos del gran maestro del arte moderno colombiano, cuando comencé a preguntar sobre sus romances… Como buena investigadora no resistí la tentación de indagar a la hija sobre los amores del padre. Cuestionamiento al que ella responde riendo y diciéndome: “Esa traga por el fantasma de mi papá te va a matar… Aunque si él estuviera vivo no te hubiera puesto atención, porque a él le gustaban las flacas”.

¡Tú cabeza ha durado los últimos 30 años en el sueño equivocado!, ¡Alejandro Obregón solo le ponía atención a las flacas!, gritó mi voz interior creando un estropicio mental suficiente como para devastar cualquier autoestima hasta convertirla en carne molida. ¿Cómo sobreviví? No lo sé, quizá porque Alejandro está muerto y esa es una tesis no comprobable, ó simplemente porque a la larga creo que para admirarlo y estudiarlo no tengo que tener un peso determinado.

No puedo decir que estoy traumatizada, realmente creo que si sobreviví a una adolescencia como hija de una bella mujer de concurso de belleza, que me despedía antes de ir a cada fiesta con la siguiente frase: -Te ves linda pero te verías mejor si estuvieras más delgada. Estoy mentalmente salvada.

Creo, que es precisamente esa especie de inmunidad mental la que me permite observar estos fenómenos con unos ojos más allá del reclamo personal hacia estas dos que tres amigas, invitándolas a que me vean más allá de cuanto peso.  Me ha invitado a hacer una observación no solo de la sobrevaloración que le damos al peso corporal en la sociedad contemporánea, sino además como esto le ha deformado la autoestima y hasta la vida misma a un montón de gente, donde afortunadamente algunas se salvan, entre ellas dos amigas mías que han sido más que una lección de vida.

La vi salir del vestier con una cara de entierro tan grave que aunque no la conocía me tocó el alma, a mí, la desconocida que estaba saliendo del vestier de al lado jugando frente al espejo con un vestido… No pude evitarlo, me acerqué y le pregunté: -¿Qué te pasa?; a punto de las lágrimas la mujer me dijo que se había ganado un fin de semana paradisiaco con su novio y que había recorrido media ciudad sin encontrar un vestido de baño que le quedara bonito, que ya se acababa el día y a la mañana siguiente muy temprano debería partir al paseo y no tenía aún que ponerse para la playa.

Me invitó dentro del vestier minutos después cuando se medía el siguiente, si bien es cierto se trata de una mujer “llenita”, gozaba de un busto monumental que ya quisiera lograr un cirujano y un color de piel que yo ni con tres tarros del bronceador más caro lograría, es cierto que su vientre no era una tabla, pero tampoco estaba nada mal y mientras yo le decía que por fa viera esas cosas bonitas, abrió la cortina del vestier su novio, un hombre no exactamente de revista, pero con una amabilidad desarmante y una cara de borrego enamorado suficiente para que ella entendiera que ahí estaba su felicidad: fuera del vestier, con el hombre enamorado de sus kilos. ¿Cuántas horas más de infelicidad se regalaría esta pobre mujer repitiendo su inconformidad consigo misma frente al espejo con otro traje de baño más? ¿Cuántas escenas felices desperdiciaría con su novio por estar pensando que tiene que verse como la flaca del catálogo? Lamentablemente no tengo que ser pitonisa para saberlo: seguramente son cientos las horas de infelicidad que tiene por delante, porque mientras pretenda ver en el espejo quien no es y juzgarse a través de modelos que no corresponden a su pensar y sentir, la tristeza y la angustia son su único destino.

En éstos días me reí muchísimo cuando escuchaba al guía turístico del Palacio de la Inquisición describir el peso de las brujas diciendo: “Si una mujer pesaba menos de x kilogramos se consideraba bruja y como tal era tratada, porque se pensaba que las brujas eran delgadas para poder volar”…. Y pensé: Vaya, vaya esto de calificar a la gente por el peso no es tan nuevo, lo que pasa es que la regla se invirtió y ahora la condena es por sobrepeso, pero eso sí, la pena sigue siendo la misma: la  hoguera, pero ahora ya no es de fuego sino hoguera social, la descalificación permanente y colectiva, sin cuartel. Lo afirmo porque me han pasado cosas últimamente que me dan para pensar que ya llegamos al punto en que el sobrepeso ya es nada más y nada menos que un crimen.

Ciertamente –al igual que la inquisición- todo aquel que se nos acerca ofreciéndonos una dieta, ó productos Herbalife en  los centros comerciales,  están llenos y movidos por buenas intenciones, aún el grupo de mujeres jóvenes y bellas que me ofrecieron involucrarme en una apuesta en la cual cada mujer entraba con $100.000 como aporte, hasta completar 10 mujeres que compitieran entre ellas por la que bajara más kilos en un mes –sin importar el método-, heroína a la cual se premiaría con el millón de pesos recolectado entre las 10 involucradas. Hasta ellas están llenas de buenas intenciones.

¿Yo he pedido que me sugieran una dieta?, ¿Me han visto denigrando de mi peso en cada esquina?, ¿Me han visto alguna vez la cara de depresión de la chica del vestier?, hasta donde me acuerdo no, y el día que esté inconforme, créanme que tengo donde recurrir, no en vano soy la mejor desacreditación de la profesión de mi madre: Nutricionista – Dietista, especializada en educación nutricional para adultos y para rematar catedrática de una universidad, donde espero tengan consciencia de que una nutricionista no solo se dedica a hacer dietas de reducción, porque si no el día que me conozcan: ¡la echan!.

Y no, esta no es un artículo dedicado a quejarme y a denunciar a las amigas, enemigas, conocidas y aliadas que han juzgado mi peso. No, eso no, es por el contrario una invitación a la felicidad.

Mujer, cualquiera que sea tu edad, tu peso ó tu talla, estas en éste planeta para ser feliz, no cuando llegues a tal talla, ó cuando logres pesar tal cantidad de kilos, estas aquí para ser feliz aquí y ahora. Si decidiste que quieres bajar de peso: ¡fantástico!, pero se feliz en el proceso, se feliz comiéndote la fruta, untándote la crema, haciéndote la lipoescultura ó el tratamiento estético. No le des el poder de tú felicidad al número de kilos que pesa tú cuerpo, eso es una circunstancia, no tú escencia.

Y les tengo buenas noticias al respecto, ¡Esto no es un discurso!, ¡Realmente es posible! Y no lo digo sólo por mi experiencia de vida, pues tal vez mi modelo de vida de mujer soltera, profesional y vitalmente feliz no sea uno que se acomode a sus expectativas… Como les comentaba tengo dos amigas cuya vida matrimonial, sexual, social y familiar es una prueba sin e qua non de que el cuerpo más sexy es aquel que se quiere y se acepta como es.

Las dos están casadas con sendos caballeros –cuerpo, rostro, estatura, inteligencia, clase y estatus de acuerdo a los estándares exigentes de la sociedad actual-, llevan casi 30 años de matrimonio cada una, se divierten como locas, salen de rumba, tienen hijos, se adoran con sus maridos como cuando novios, se ponen escotes, se cambian la imagen a cada rato y con los rollos normales de la cotidianidad, se aceptan tal cual como son y respiran un tesoro inmenso, que desean todas las flacas, gordas ó medianas a su alrededor: franca felicidad.
Hablan desparpajadas de su talla, de su peso, de la talla de brasier importado que usan, de los experimentos sexuales que tuvieron la semana pasada con sus maridos y hay que verlas con ellos, para darse cuenta que es verdad. Por una de ellas conocí ciertos juguetes de látex y un par de juegos que debo reconocer soy muy interesantes, pero que omito en detalle por ser para adultos…

Por ello esgrimo que no podemos seguir viviendo bajo la premisa de “Dime cuanto pesas y te diré quién eres”. Estas premisas ya no son  siquiera comercialmente viables, pues fuera de lo que la gente cree, ya los almacenes aterrizaron y la ropa linda y sexy –tanto interior como exterior- viene en talla grande y hay un creciente sector del mercado donde nuestras curvas de gorditas son bastante apetecidas, yo no estoy para confesiones, pero digamos que no es precisamente amor y placer lo que me hace falta.

Es así como llena de la satisfacción de ser quién soy, agradecida por las buenas intenciones de quienes quieren verme más flaca, feliz con las que han querido decírmelo y no lo han dicho y en consonancia con aquellas amigas flacas ó gordas que son felices con su aquí y ahora. Lo reitero: No me importa cuánto pesas, disfruto quién eres.


2 comentarios:

  1. Interesante todo lo que comentas, lo interesante es la locura en la que se meten todos los seres humanos, reflejando la falta de amor que hay dentro de sí mismo para mirar fealdad entre todos. Me da risa porque las películas, novelas, comedias siempre muestran a la "gordita" como la no invitada y apartada de la sociedad. Si supieran que a las flacas también les pasa; en mi época de adolescente no estaban tan de moda como ahora, y su tu eras más flaca de lo normal (tipo modelo europeo) no sólo te sentenciaban a pasar sola de por vida, sino que igualmente te decían: "eres muy bonita pero si fueras más gordita te vieras mejor". Estoy de acuerdo en recoger a todos los nutricionistas superficiales de herbalife y exponerlos a una charla sobre:"alguna vez has preguntado si estoy feliz con mi peso"o "Qué hacer en la vida de verdad provechoso". Jajajajajajajaja. A las flacas también les cuesta, cómo nos cuesta a todos vivir en esta dimensión. Pero bueno, vivir y aprender es sólo lo que nos queda.....además de abrazar un árbol frondoso........

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