miércoles, 18 de septiembre de 2013

Voy manejando por una calle congestionada me detengo por el  semáforo en rojo y empiezo a observar el paisaje urbano de 40 segundos que me ofrece este lapso, estoy justo detrás de un bus de servicio público que ostenta el nombre con que su dueño lo ha bautizado y lleva grabado en una calcomanía de letras negras grandes  en el vidrio trasero: “El Triste”.  Me sonrió por la ocurrencia del slogan  que lleva este armatroste, más aun me imagino la cara decepcionante de melancolía del chofer que lo conduce junto con las de sus ocupantes. Arranco y seguimos caminos dispares.

“El Triste” me hizo pensar en las consignas o lemas  con los que podemos llegar a identificarnos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean;  los slogans, palabra que  traduce “gritos de guerra”, que cada uno llevamos en nuestra existencia. Aunque, es tentador opinar acerca de los slogans publicitarios que reparten a diestra y siniestra estilos de vida alejados a las personas que habitamos este planeta pues nos programan para usar determinada talla, marca, servicio y  que mal disparan   nuestro nivel de autocensura generando un ensimismamiento al  punto de no querer asomar la cara al  mundo pues no tenemos el cuerpo deseado o el atuendo de moda, el zapato, el carro o la chequera  para estar a nivel que su artilugio exhibe.   Más bien me centraré en las emociones que generamos o le regalamos a nuestra vida que finalmente son nuestros slogans que le ponen sello  a lo nuestro y a la forma en que estimamos  nuestra fuerza viva. Para Platón era La Teoría  de las Ideas, las cuales se traducían en conocimientos y principios de la  existencia.

Bajo nuestra complejidad humana, las ideas son imágenes que existen o se forman en la mente como algo innato, son juicios que  hablan de nuestra  aptitud de autorreflexión, de creatividad y la habilidad de usar nuestro intelecto. Es decir, que nuestros pensamientos son varias ideas concatenadas que por experiencias o meras percepciones tenemos hacia algo, en este caso hacia nosotros mismos. De nuestros  pensamientos se producen las emociones y ahí es donde se hace el engranaje que define el emblema de nuestro transitar en la vida, -“El Triste” me podría responder el conductor del bus. Las emociones son poderosas por que proyectan  y definen  nuestro actuar, la frase de “el presente construye el futuro” es el paralelismo de lo que pensamos y el desarrollo e impacto que vendrá a nuestro camino.

Paul Ekman, psicólogo experto en el estudio de las emociones definió seis emociones básicas: Rabia, repugnancia, miedo, alegría, tristeza, y sorpresa. Las emociones son lo que sentimos y cuando no vivimos plenamente nuestros sentimientos y no les permitimos que nos recorran de una manera natural, la fuerza vital de estos sentimientos se queda alojada en nuestros cuerpos. Esto provoca muchos problemas a todos los niveles: emocional, mental, espiritual y físico. Muchas personas quieren un cambio,  un cambio radical y  rápido en sus vidas, a cambio el foco de atención está sobre todo en cada problema: la preocupación, el miedo, la desesperanza, la angustia, el rencor;  en síntesis el cerebro ha sido programado por los pensamientos y cuando sentimos una emoción solemos responder a ella, y esta respuesta hace que cambie la situación, lo que a su vez puede dar lugar a otra emoción y otra respuesta.

Así que si le ocurre pegar una calcomanía de letras grandes que enuncien su vida escoja el color y el calificativo más adecuado en donde usted misma pueda leer: “La Alegre”, “La Amorosa”, “La Sorprendente”, “La Maravillosa” y seguramente nos encontraremos por alguna  travesía.



Emotions Revealed: Recognizing Faces and Feelings to Improve Communication and Emotional Life , by Paul Ekman.


CRÉDITOS: Alexandra Cuervo

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